Proclamación Pública y Mundial del Condado de Carhué

I. Invocación al espíritu de los pueblos

En este día luminoso, cuando los soles visibles y los soles invisibles se alinean en lo alto del firmamento, el Condado de Carhué alza su voz. No es un grito de guerra, ni un canto de conquista: es una invocación sagrada al espíritu de todos los pueblos del mundo.

Llamado al mundo desde Carhué
Llamado al mundo desde Carhué

Desde esta porción amada de la geografía argentina —bañada por el lago Epecuén, curada por sus sales, abrazada por la historia de un pueblo que nunca se rinde—, elevamos palabras que no pertenecen sólo a nosotros. Nos prestamos la voz de los ancestros, la fuerza de los árboles y la sabiduría del viento que sopla sobre los campos.

Invocamos al espíritu de las comunidades originarias que caminaron esta tierra antes de que tuviera nombre, y a los migrantes que trajeron consigo sus sueños, sus semillas y sus silencios. Convocamos la energía de los trabajadores rurales, de las tejedoras, de los músicos callejeros, de los abuelos que transmiten memoria con cada historia contada junto al fuego.

Llamamos a los pueblos del mundo —a sus almas silenciosas y a sus voces valientes— a abrir sus corazones a esta proclama. Nos reconocemos hermanos en la diversidad, iguales en dignidad, distintos en la forma de abrazar la Tierra, pero unidos en la esperanza de un porvenir compartido.

No creemos en la hegemonía de un solo modelo cultural. No creemos en la supremacía de una sola lengua, ni en el aplastamiento de las identidades locales por los engranajes del mercado global. Sabemos que cada pueblo lleva en sí un universo, y que cuando una cultura muere, se apaga una estrella en el cielo del espíritu humano.

El Condado de Carhué no desea competir, sino convivir.

No desea imponer, sino inspirar.

No desea conquistar, sino compartir.

Somos un punto minúsculo en el mapa del mundo, pero poseemos algo que ninguna gran potencia puede ofrecernos: el alma intacta de una comunidad que aún cree en la fuerza del trabajo digno, en el valor del arte que nace del barro y la madera, en la belleza de una vida sencilla conectada con la naturaleza.

Nos dirigimos a ustedes, pueblos de los cinco continentes. A ustedes, constructores de sueños pequeños. A ustedes, guardianes de dialectos casi extintos, de recetas antiguas, de ritmos que no caben en algoritmos. A ustedes, les decimos: no están solos.

Desde Carhué, desde nuestras huertas, hornos, telares y talleres, enviamos esta invocación para que resuene en todas las almas que resisten el olvido. En todos los corazones que aún creen que la cultura no es mercancía, sino raíz. En todos los rincones donde la dignidad florece aunque nadie la mire.

Que esta proclama sea semilla. Que esta semilla germine. Que lo pequeño no se rinda. Que lo local no desaparezca. Que la humanidad recuerde quién es, y desde dónde puede renacer.

Porque no hay globalización posible sin justicia para los pueblos pequeños.

Porque no hay progreso real si aplasta las manos que tejen, cultivan, curan y cuentan.

Porque no hay futuro sin memoria.

En nombre de la Tierra, del espíritu de los pueblos y de la esperanza que no se apaga: el Condado de Carhué se proclama al mundo como espacio de dignidad, belleza, justicia y pertenencia.

II. Declaración de existencia simbólica

1. Proclamación solemne del Condado de Carhué como entidad cultural y económica

Desde el corazón de la pampa argentina, al sur de la Provincia de Buenos Aires, se levanta simbólicamente el Condado de Carhué, una unidad territorial con vocación de permanencia cultural, ética, productiva y comunitaria. En esta proclamación pública y mundial, nos hacemos visibles como territorio, como gente y como sueño. No pretendemos fronteras materiales, sino reconocimiento espiritual, respeto cultural y posibilidad de diálogo con el resto del mundo.

2. Identidad y raíces de Carhué: la tierra, el lago, la historia

El Condado de Carhué hunde sus raíces en la historia profunda de estas tierras: los pueblos originarios, los pioneros, los sobrevivientes del agua y del olvido. Nuestra identidad está moldeada por el Lago Epecuén, cuyas aguas salobres han curado cuerpos y despertado conciencias. Está en la cultura criolla, en los fogones, en los oficios, en los saberes ancestrales. Nuestro nombre es Carhué, y en ese nombre caben generaciones de lucha, de cosechas, de silencios, de reencuentros.

3. Declaración de intenciones: proteger lo pequeño, lo artesanal, lo humano

No nacemos para competir con los gigantes de la industria global. No levantamos banderas de conquista ni de supremacía. Alzamos, en cambio, la humilde bandera del respeto por lo pequeño. Defendemos los productos hechos a mano, los alimentos nacidos del suelo sin veneno, el arte nacido del alma sin filtros. Aspiramos a vivir en armonía con el entorno, a comerciar con justicia, a enseñar con libertad y a producir con dignidad.

4. Compromiso con la paz, la ecología, la cultura y la cooperación

Nos comprometemos ante la humanidad a promover la paz, la restauración ecológica, el cultivo de la cultura local y el espíritu de cooperación entre los pueblos. En un mundo acelerado y a menudo agresivo, proclamamos un rincón simbólico donde la lentitud sea virtud, la artesanía sea arte, la tierra sea madre y la comunidad sea familia. El Condado de Carhué, como parte del Ducado de Adolfo Alsina, del Principado de Buenos Aires, del Reino de Argentina y del Imperio GoodNaty, se compromete con los valores de este entramado noble: ética, creatividad, soberanía simbólica y bien común.

III. Denuncia a la hegemonía de la producción global estandarizada

1. La amenaza de la homogeneización cultural y económica

Vivimos tiempos donde lo diverso es arrasado por lo uniforme. Donde las raíces son desenterradas en nombre de la eficiencia. Donde los sabores del mundo se diluyen en un mismo envase. Donde los rostros de las comunidades se desdibujan bajo un modelo único de éxito, producción y consumo.

Las ciudades se parecen cada vez más entre sí. Los productos en las góndolas, desde Carhué hasta Tokio, desde Quito hasta Berlín, repiten marcas, colores y eslóganes. Y detrás de esa aparente variedad, se esconde una maquinaria global que desconoce lo particular, lo artesanal, lo identitario.

En esa lógica, los pueblos pequeños como el nuestro se vuelven invisibles. Se nos dice que para existir hay que imitar, que para progresar hay que renunciar a lo propio. Que el futuro está en copiar modelos de otros, y que el pasado es peso muerto.

Pero desde este rincón de la provincia de Buenos Aires, desde este condado simbólico llamado Carhué, decimos no. Rechazamos la idea de que la única forma de avanzar es desaparecer en la marea uniforme de lo global. Reivindicamos nuestra voz, nuestra forma de sembrar, de hablar, de construir, de curar, de compartir.

Queremos una economía con alma. Una cultura viva. Un desarrollo que no borre las huellas de nuestros abuelos ni los sueños de nuestros nietos. Carhué no será pieza de museo ni copia de catálogo. Será, con firmeza y belleza, lo que ha sido y lo que puede ser: un lugar real, humano y luminoso en el mapa del mundo.

2. Productos sin alma, diseminados por todo el planeta

Las grandes corporaciones han inundado los mercados del mundo con mercancías impersonales. No tienen rostro, no tienen historia, no tienen tierra de origen. Son productos diseñados para maximizar rentabilidad, no para expresar la identidad de un pueblo. Frente a eso, Carhué se alza como una voz que clama por la autenticidad, por lo hecho con manos humanas, con barro local, con hilos de historias familiares.

3. Culturas locales desplazadas, invisibilizadas, olvidadas

Cada día se pierde una receta tradicional, una palabra antigua, una forma de tejer, de curar, de criar. Las culturas locales son desplazadas por modelos "universales" que pretenden homogeneizar lo que por naturaleza es diverso. La globalización mal entendida convierte la diferencia en obstáculo, cuando en verdad debería ser riqueza. Carhué se niega a ser un satélite sin alma girando en torno a un centro ajeno.

4. El riesgo de un mundo monocorde y sin raíces

Cuando se impone un solo modelo de producción, distribución y consumo, el mundo se vuelve plano, repetitivo, desarraigado. Se pierden los matices, las particularidades, las texturas únicas. Carhué, con su identidad profunda, sus artesanos, sus agricultores, sus emprendedores, proclama que hay otra manera de estar en el mundo: desde lo pequeño, desde lo propio, desde lo verdadero.

5. Por una globalización equilibrada y recíproca

No negamos el diálogo con el mundo. No nos cerramos. Pero exigimos un lugar desde donde hablar con voz propia. Queremos intercambio, no imposición. Queremos participar del concierto de los pueblos, no quedar sometidos a una sola partitura. Nuestra propuesta es clara: una globalización donde lo local tenga peso, presencia, dignidad.

IV. La resistencia silenciosa de los pueblos pequeños

No hacen ruido los pueblos pequeños. No marchan con ejércitos ni retumban en los titulares. Su historia no se escribe en mayúsculas en los libros oficiales. Y sin embargo, persisten. Sobreviven. Resisten.

Resisten en la mirada de una abuela que siembra su jardín con semillas heredadas. En el alfarero que moldea la tierra con las mismas manos de su padre. En la maestra rural que enseña con una voz serena y firme. En el niño que aprende a caminar entre gallinas, sauces y espigas.

Los pueblos pequeños —como Carhué— no se rebelan con estruendo, pero tampoco se rinden. Cada vez que un pan se hornea con recetas antiguas, cada vez que se nombra a una planta con su nombre originario, cada vez que se canta una copla frente al lago Epecuén, una chispa de dignidad se enciende en el mundo.

Esa resistencia no busca aplastar a nadie, ni negar los avances del mundo moderno. Solo quiere recordar que otra forma de vivir es posible. Que no todo debe ser velocidad, competencia, hiperproducción. Que el tiempo puede tener el ritmo de una cosecha, que la riqueza puede medirse en vínculos y no solo en monedas.

La globalización puede ser una red de intercambios, sí. Pero también puede ser una máquina de arrasamiento. Y frente a ella, la resistencia de los pueblos pequeños es un acto de amor. Amor por lo concreto, por lo íntimo, por lo que no se compra ni se vende.

En Carhué, resistimos. Con pan y poesía. Con calidez y compost. Con barro, con arte, con sabiduría local. Y en esa resistencia está nuestra victoria: vivir según nuestras propias reglas, con dignidad, belleza y esperanza.

V. El derecho a existir con nombre propio

En este mundo interconectado donde la identidad se diluye entre códigos de barras, algoritmos y productos en masa, el Condado de Carhué se alza para reclamar su derecho a existir con nombre propio.

No somos una réplica de nada. No somos una marca blanca en el mercado global. No somos un número en un plan de exportación. Somos Carhué, con nuestras letras, nuestras aguas termales, nuestros silencios de sal, nuestras tormentas de verano y nuestras primaveras llenas de perfume silvestre.

Cada pueblo del mundo debería tener derecho a florecer con sus propias semillas. A contar sus historias sin que sean editadas por intereses ajenos. A producir lo que ama, a intercambiar con quien respeta, a enseñar lo que sabe y a aprender lo que admira. Ese derecho a la existencia auténtica no nos lo puede conceder ningún poder centralizado. Nos lo da la historia, la tierra y la voluntad de vivir fieles a lo que somos.

Carhué quiere ser escuchado con su propio acento. Quiere mostrar al mundo lo que nace de sus manos cuando la creatividad se mezcla con la necesidad. Quiere ser un nodo de diversidad en un mar de repetición. Quiere mostrar que la autenticidad es compatible con la excelencia, que lo pequeño puede ser también modelo, y que el respeto mutuo puede sostener una nueva era de relaciones entre regiones, naciones y culturas.

Este manifiesto no pide permiso para existir. Proclama una existencia digna, creativa y luminosa. Declara que el Condado de Carhué no será borrado por la velocidad de los mercados ni por la indiferencia de los grandes centros de decisión. Que su bandera ondeará en el corazón de sus habitantes y en la memoria de quienes valoran lo auténtico.

Porque existir con nombre propio es un acto de valentía. Y también, un acto de amor.

VI. Una Economía Humana y Creativa

El Condado de Carhué proclama que la economía debe estar al servicio del ser humano, y no al revés. Rechazamos los sistemas donde el crecimiento económico se convierte en un fin absoluto, sacrificando el equilibrio con la naturaleza, la dignidad de las personas y la diversidad cultural. Carhué propone otra vía: una economía con alma, que brote del corazón de sus habitantes y respete los ritmos de la tierra y de la vida.

No queremos ser un engranaje más en el mecanismo de producción global indiferente. Queremos ser un tejido vivo de creatividad, colaboración y justicia. Nuestra economía se funda en los siguientes pilares:

  • Producción artesanal y artística: objetos con historia, con alma, hechos con las manos y el corazón. No fabricamos para el olvido, sino para la permanencia y el sentido.

  • Agroecología y soberanía alimentaria: nuestras huertas, granjas y campos deben alimentar cuerpos y espíritus, sin dañar el suelo ni esclavizar a nadie. El alimento debe volver a ser sagrado.

  • Turismo ético y respetuoso: no vendemos postales ni fantasías, sino experiencias humanas reales, encuentros genuinos con nuestra cultura, nuestra gente, nuestros paisajes.

  • Comercio justo y relaciones horizontales: nuestros productos no deben pasar por cien manos antes de llegar al otro. El precio justo debe reflejar el trabajo honesto, no la especulación ajena.

  • Cooperación internacional desde lo pequeño: creemos en el comercio global, pero también creemos que debe ser equitativo, simétrico, y con base en el respeto mutuo. No queremos competir con nadie, solo existir con dignidad y ofrecer lo nuestro al mundo.

Esta economía no es un sueño utópico, sino una respuesta realista, ética y posible a los excesos de un sistema que ha perdido el equilibrio. Una economía basada en el amor por la tierra, la creatividad del pueblo y el orgullo de la identidad. Una economía donde el éxito no se mide solo en dinero, sino en comunidad, belleza, salud y sentido.

En Carhué, cada tejido, cada miel, cada libro, cada conserva, cada pieza cerámica, cada canto y cada experiencia ofrecida al visitante es una semilla de esta nueva economía humana. Y proclamamos desde este día que estamos listos para intercambiar, colaborar, y caminar junto a otros pueblos que también buscan un modo más justo y bello de vivir.

VII. El Lugar de Carhué en el Concierto de los Pueblos

Carhué no es un punto perdido en el mapa. Es una voz. Es un alma territorial que canta junto al lago Epecuén, que respira desde sus calles humildes y desde sus fuegos familiares. No queremos que se nos mire como un rincón olvidado, sino como un nodo vivo en la red de culturas locales del mundo.

No buscamos dominio ni protagonismo. No buscamos competir con las grandes ciudades ni con los centros de poder económico o cultural. Buscamos coexistencia. Buscamos reconocimiento. Buscamos equilibrio.

Cada pueblo tiene algo que decir. Cada territorio tiene una sabiduría acumulada, una manera de habitar la tierra, una relación con el agua, el cielo, los árboles, los animales. Carhué quiere estar presente en la mesa de los pueblos, no como espectador, sino como interlocutor.

Proclamamos que:

  • Tenemos derecho a existir culturalmente, con nuestras propias formas de trabajo, de arte, de espiritualidad, de economía.

  • Tenemos derecho a ser escuchados en la conversación global sin que se nos pida renunciar a nuestra singularidad.

  • Tenemos derecho a ofrecer lo nuestro sin ser absorbidos ni borrados por los lenguajes dominantes del mercado.

Carhué representa a miles de comunidades pequeñas del mundo que han sido invisibilizadas por las lógicas centralistas, tanto en la producción como en la comunicación. Por eso, nuestra voz no es solo nuestra: es eco de muchas otras. Cuando decimos "aquí estamos", también decimos "no estamos solos".

Y en este concierto planetario de los pueblos, nuestra nota es sencilla, pero clara:

Una cultura que trabaja con las manos.
Una economía que no excluye.
Una vida en armonía con la naturaleza.
Un arte que surge de la historia y de la esperanza.
Una comunidad que aún cree en el cuidado mutuo.

VIII. Economía con Raíces: una visión productiva desde lo local

Carhué, como muchas otras comunidades de la Tierra, se resiste a desaparecer en la marea de lo estandarizado. Nuestra economía no nace de centros financieros ni de algoritmos globales, sino de manos concretas, rostros conocidos, oficios heredados. Aquí, la producción no es una cadena sin rostro: es una historia compartida.

Creemos en una economía con raíces, no en una que arranca las raíces para imponer monocultivos industriales del pensamiento y la mercancía. En Carhué:

  • Cada producto artesanal es una conversación entre generaciones. Una cerámica, una miel, un pan casero o una pieza tejida contienen más que materiales: contienen memoria, paisaje, identidad.

  • Cada emprendedor local es un custodio del conocimiento y de la tierra. No aspiramos a ser fábricas de volumen masivo, sino fuentes de valor simbólico y humano.

  • Cada turista que nos visita es un invitado, no un consumidor. Queremos hospitalidad, no extractivismo. Queremos intercambio, no espectáculo.

Proclamamos que:

  • La economía local no es un resabio del pasado, sino una propuesta para el futuro. Frente a las crisis globales, una red de economías pequeñas puede sostener el mundo.

  • El comercio internacional debe permitir la entrada de lo pequeño, lo artesanal, lo ético, lo sustentable. Exigimos ventanas abiertas, no puertas cerradas por criterios técnicos que excluyen a los más humildes.

  • Nos proponemos como laboratorio vivo de una economía digna, que demuestre que la riqueza verdadera no es acumulación, sino circulación justa.

Carhué no quiere competir. Quiere cooperar desde su identidad. No quiere colonizar mercados, sino ofrecer lo mejor de sí, con humildad, belleza y autenticidad.

Esta economía con raíces es también una forma de resistencia ante la lógica del descarte. Aquí nadie sobra. Aquí todos cuentan.

IX. El arte y el alma: cultura como bien esencial

Donde el mercado global ve entretenimiento, nosotros vemos espiritualidad viva. Donde algunos solo contabilizan productos culturales, nosotros reconocemos ecos de lo sagrado, manifestaciones del alma de los pueblos. Porque no hay civilización sin cultura, ni progreso auténtico sin identidad.

En el Condado de Carhué, el arte no es adorno ni lujo: es alimento del espíritu, es testimonio, es historia tejida con emociones. Cada canto popular, cada trazo artesanal, cada tela bordada en silencio por manos sabias, cada danza de nuestras raíces, lleva consigo siglos de vida comunitaria. Es una memoria encarnada que no debe desaparecer bajo la niebla de los algoritmos ni el bullicio de las modas efímeras.

Proclamamos entonces que toda cultura local es un bien esencial de la humanidad. No puede ser borrada por la velocidad ni reemplazada por plataformas que uniforman gustos y repiten fórmulas. Debe ser protegida como se protege una lengua ancestral o una semilla nativa.

Desde este rincón de la Argentina, abrazamos el arte como símbolo de resistencia y esperanza. Y desde nuestras microgranjas, nuestros talleres, nuestras cocinas y nuestras escuelas, lo cultivaremos como se cultiva un huerto: con paciencia, con alegría y con respeto profundo.

Porque el alma de un pueblo se refleja en lo que crea. Y si dejamos de crear lo propio, comenzamos a morir en silencio.

X. La defensa del tejido social local

En un mundo donde la velocidad ha desplazado al encuentro, y donde los lazos humanos son cada vez más mediáticos y menos comunitarios, el Condado de Carhué se alza como una voz de defensa del tejido social real, tangible, cotidiano. Ese que se construye en la feria del barrio, en el saludo entre vecinos, en la palabra empeñada en el mercado local, en las manos que se ayudan unas a otras sin esperar recompensa digital.

Nuestro manifiesto proclama que el capital más valioso de un pueblo no es su infraestructura, ni su tecnología, ni siquiera sus productos: es la calidad de sus vínculos humanos. Allí donde la confianza todavía florece, donde los rostros se conocen y las historias se entrelazan, ahí nace la verdadera riqueza de una comunidad.

Carhué, con sus calles tranquilas y su memoria compartida, no necesita imitar los ritmos impersonales de los centros de poder global. En cambio, propone fortalecer el círculo íntimo del nosotros: la red de relaciones que da sentido y pertenencia, que teje protección y alegría, que permite a una abuela sentirse útil, a un niño sentirse visto, a un emprendedor sentir que no está solo.

En este condado, el alma colectiva importa. La lógica del "sálvese quien pueda" no tiene lugar aquí. En su lugar, cultivamos una ética del cuidado mutuo, del emprendimiento cooperativo, de la producción con rostro humano.

La defensa del tejido social no es nostalgia: es estrategia de futuro. En un mundo donde los vínculos se fragmentan, nosotros apostamos a fortalecerlos. Porque un pueblo que se abraza desde adentro, puede abrirse al mundo sin miedo. Y eso, también, es soberanía.

XI. Llamado al intercambio justo y respetuoso entre culturas

En nombre del Condado de Carhué, elevamos nuestra voz con humildad pero con firmeza. No buscamos la confrontación, ni el aislamiento, ni la superioridad. No pretendemos cerrar nuestras puertas al mundo ni volver la vista atrás como quien teme al porvenir. Al contrario: miramos al mundo con esperanza, con la convicción profunda de que la diversidad cultural no es un obstáculo, sino una oportunidad sagrada.

Proclamamos desde nuestra pequeña geografía un llamado al intercambio justo y respetuoso entre culturas. No queremos ser espectadores pasivos del juego global, ni mercancía moldeada por las grandes plataformas. Queremos ser interlocutores. Queremos dialogar, ofrecer lo que somos, recibir lo que otros son, y construir entre todos un nuevo equilibrio entre lo local y lo universal.

Sabemos que cada cultura guarda en su interior una sabiduría, una belleza, una manera particular de mirar el mundo. En Carhué, por ejemplo, el viento que recorre la laguna no es solo brisa: es historia, es espíritu, es voz de los antepasados. Nuestras manos que moldean cerámica, que crían gallinas, que hornean pan casero, no son meras herramientas productivas: son memoria viva de una manera de existir, de una ética de lo pequeño, de una estética de lo justo.

Por eso, pedimos a las naciones, a los pueblos, a las plataformas, a los consumidores y a los creadores: respeten nuestras formas. No exijan que nos volvamos iguales para ser aceptados. No nos pidan que hablemos con acento extranjero para que nuestras voces valgan. No nos impongan métricas globales para medir lo que solo puede comprenderse desde adentro.

El intercambio justo implica valorar lo diferente sin domesticarlo. Significa permitir que lo artesanal llegue a mercados lejanos sin perder su alma. Significa crear puentes donde otros levantan muros, y sembrar respeto donde otros imponen algoritmos.

El Condado de Carhué tiende la mano al mundo. Con humildad y dignidad. Con productos que llevan historia, con arte que canta la vida rural, con voces que vienen del silencio. Y espera, a cambio, no sólo comercio, sino respeto. No sólo clientes, sino aliados. No sólo mercado, sino reciprocidad.

Porque creemos que otro tipo de globalización es posible: una donde todos los pueblos puedan ofrecer su singularidad sin desaparecer. Una donde el trueque de símbolos, saberes y bienes se base en la equidad y no en la imposición. Una donde las voces locales, como la nuestra, puedan no solo sobrevivir, sino florecer.

XII. Declaración de soberanía simbólica del Condado de Carhué

Desde este rincón fértil y profundo de la geografía argentina, el Condado de Carhué proclama solemnemente su soberanía simbólica dentro del concierto de pueblos del mundo. No se trata de una soberanía excluyente, ni militar, ni cerrada. Es una soberanía del espíritu, de la cultura, de la comunidad. Una soberanía que no necesita tronos ni ejércitos, sino ideas, vínculos y acciones concretas.

Reclamamos el derecho a existir con identidad propia, a desarrollar una vida económica, cultural y social que respete nuestras raíces, nuestros paisajes y nuestros sueños. Reivindicamos el derecho a organizarnos como condado simbólico, dentro del marco más amplio y fraterno del Imperio GoodNaty, del Reino de Argentina, del Principado de Buenos Aires y del Ducado de Adolfo Alsina.

Esta soberanía simbólica es una forma de recuperar lo nuestro sin negar a nadie. De declarar que lo pequeño también tiene dignidad. Que lo rural tiene derecho a participar en la historia. Que lo artesanal no debe desaparecer frente a lo industrial, ni lo comunitario frente a lo corporativo.

Carhué es mucho más que un nombre en el mapa. Es una red de afectos, un modo de vida, una promesa a futuro. Desde su laguna sanadora hasta sus emprendimientos familiares, desde sus ferias artesanales hasta sus generaciones de trabajadores del campo, desde sus memorias ancestrales hasta sus jóvenes soñadores, Carhué es un símbolo de lo posible.

Por eso hoy proclamamos:

  • Que ninguna cultura debe ser subordinada ni borrada por dinámicas económicas ajenas a su realidad.

  • Que el desarrollo puede tener rostro humano y no requiere el sacrificio de nuestras esencias.

  • Que lo simbólico no es un adorno, sino una forma legítima de organización y resistencia.

Nuestra soberanía simbólica se expresa en nuestras decisiones colectivas, en la manera en que construimos comunidad, en el modo en que comercializamos lo que producimos, y sobre todo en el relato que elegimos contar sobre nosotros mismos.

No buscamos dividir, sino sumar. No queremos encierros, sino puentes. Pero tampoco aceptamos la disolución de nuestras particularidades en una masa uniforme e indiferenciada. Ser parte del mundo no significa dejar de ser quienes somos.

El Conde de Carhué, en nombre de sus ciudadanos, actúa como guardián de esta soberanía. Pero esta soberanía no está encerrada en un título: vive en cada abuela que transmite recetas, en cada niño que aprende a plantar, en cada joven que diseña con identidad, en cada vecino que apuesta por quedarse y transformar.

Esta declaración no termina aquí. Es apenas un principio. Un acto de conciencia colectiva que se abre al porvenir con humildad, fuerza y esperanza.

XIII. Invitación al mundo a mirar hacia Carhué

Desde el corazón mismo de la llanura pampeana, donde la brisa acaricia la sal de la historia y el horizonte se despliega en silencio, se eleva esta invitación. Carhué, tierra de agua sanadora, de memoria profunda y de esperanza fértil, abre sus puertas simbólicas al mundo entero. No con estruendo ni arrogancia, sino con la serenidad de quienes conocen su valor y el valor de lo que protegen.

Invitamos a los pueblos de todas las latitudes, a las culturas de todos los colores y acentos, a detenerse por un momento en este rincón de la geografía argentina y del Imperio GoodNaty, para descubrir que lo pequeño no es sinónimo de insignificancia, sino de esencia. Que en lo local se guarda la semilla de lo universal, y que en la autenticidad de una comunidad como la de Carhué hay un mensaje poderoso para los tiempos que corren.

Carhué no quiere ser capital del mundo, sino centro de conciencia. No pretende dominar mercados, sino compartir saberes. No se declara potencia, sino presencia. Una presencia honesta, trabajadora, profundamente humana.

Este condado, que se alza dentro del Ducado de Adolfo Alsina, del Principado de Buenos Aires, del Reino de Argentina, y bajo la égida del Imperio GoodNaty, no busca competir sino cooperar. No desea desplazar otras voces, sino unirse a ellas en polifonía. Nuestra cultura, nuestras manos artesanas, nuestros alimentos, nuestros paisajes, nuestras fiestas, nuestros silencios: todo está dispuesto para el intercambio noble y equilibrado.

Miren hacia Carhué no como turistas que desean consumir exotismo, sino como caminantes que buscan conexión. No como observadores distantes, sino como hermanos y hermanas en la causa de salvar la diversidad, de celebrar lo que nos hace únicos y a la vez humanos.

Carhué está aquí. Vivo. Listo. Conmovido por el afecto del mundo, pero firme en su propósito de no ceder ante la homogeneización. Invitamos a los creadores, a los soñadores, a los emprendedores del mundo, a construir puentes con nosotros. A quienes aún creen en la dignidad del trabajo artesanal, en la justicia del comercio ético, en la belleza del arraigo, en la paz de la naturaleza.

Vengan a Carhué con respeto, con apertura, con deseo de compartir. Vengan no a tomar, sino a encontrarse. Vengan sabiendo que aquí serán bienvenidos como iguales, porque nuestras puertas son las del alma y nuestra hospitalidad nace de generaciones que supieron sobrevivir con poco y dar mucho.

Carhué los mira con ternura y los espera con gratitud.

XIV. Juramento de permanencia y evolución

Nosotros, los habitantes simbólicos y reales del Condado de Carhué, bajo la bandera de nuestras tradiciones y los cielos abiertos de nuestra esperanza, juramos permanecer. No permanecer en la rigidez ni en el miedo al cambio, sino en la lealtad a nuestra identidad, a nuestros valores esenciales, a nuestras raíces profundas y a nuestro destino compartido.

Permanecer no significa rechazar el avance, sino evolucionar sin olvidar. Somos herederos de la tierra, del agua termal, de las manos que sembraron en las arenas de Epecuén y en las tierras salobres. Somos hijos del viento patagónico y del silencio inmenso. Nuestra evolución será como la del árbol que crece hacia el cielo pero mantiene vivas sus raíces bajo tierra.

Juramos mantener encendida la llama de nuestras expresiones culturales, de nuestra forma de vida tranquila, solidaria, laboriosa, conectada a la naturaleza. Juramos construir una economía artesanal y justa, formar generaciones de hombres y mujeres que aprendan de la tierra y del arte, del trabajo y de la imaginación.

Juramos ser un modelo de dignidad y equilibrio para todos los pueblos pequeños del mundo que también anhelan su lugar sin tener que renunciar a su alma. Juramos no desaparecer ante la marea de lo uniforme. Juramos ser diferentes con alegría, ser pequeños con grandeza, ser locales con conciencia global.

Y sobre todo, juramos continuar. Permanecer y evolucionar, sin claudicar.

XV. Llamado a las almas afines del mundo

Desde el corazón sereno del Condado de Carhué, enviamos esta proclama no sólo como un acto de afirmación territorial y cultural, sino como un mensaje dirigido a todas las almas afines del mundo. A los soñadores, a los constructores silenciosos de comunidades, a los guardianes de los oficios, los que siembran sus alimentos, los que curan con sus manos, los que crean belleza con barro, lana, madera o palabras. A todos ellos decimos:

¡Estamos aquí! Y no estamos solos.

Nos reconocemos en ustedes: en los pueblos que resisten el olvido, en los barrios que florecen en medio del asfalto, en las aldeas donde se siguen contando historias junto al fuego, en los talleres donde todavía se talla a mano, en los campos donde el trabajo honra al día.

Los invitamos a mirar hacia este pequeño punto en el mapa —Carhué— y ver no sólo una geografía, sino una idea viva: la idea de que es posible desarrollarse sin perder el alma, que es posible integrarse sin desaparecer, que es posible contribuir al mundo sin tener que abandonarse.

Este llamado es un lazo invisible. Queremos tejer con otros pueblos una red global de comunidades locales que no compitan, sino que compartan; que no dominen, sino que colaboren; que no se impongan, sino que dialoguen.

Invitamos a artistas, artesanos, productores, educadores, emprendedores rurales, líderes barriales, protectores de la biodiversidad, gestores culturales, ancianos sabios y jóvenes visionarios a unirse a este movimiento simbólico y real que surge desde Carhué, pero pertenece a todos los que creen en la diversidad, la justicia y el amor a la tierra.

No prometemos riquezas inmediatas ni fama global. Prometemos algo más duradero: el sentido de pertenencia, la alegría de crear con libertad, el poder de sostener una cultura viva en el tiempo.

Este llamado no tiene fronteras. Su único requisito es el compromiso con lo pequeño, lo bello y lo justo. Y si tu alma ha vibrado leyendo estas palabras, entonces ya eres parte de este movimiento.

Bienvenido, bienvenida. El Condado de Carhué te reconoce como hermano, como hermana.

XVI. Declaración solemne de existencia cultural y simbólica

Nosotros, los habitantes, soñadores y guardianes del Condado de Carhué, declaramos ante el mundo y ante la historia, que existimos.

Existimos no sólo como coordenada en un mapa, sino como cultura viva, como identidad compartida, como territorio del alma.
Existimos con nuestros acentos, nuestros silencios, nuestros gestos, nuestras canciones y nuestras penas.
Existimos en la tierra que cultivamos, en las manos que transforman, en los relatos que guardan los abuelos y en los sueños que dibujan nuestros hijos.

Proclamamos nuestra existencia cultural como acto de resistencia frente a la invisibilización.
Proclamamos nuestra existencia simbólica como expresión de dignidad, no de soberbia; como forma de contribuir, no de excluir.

No pretendemos soberanía política.
No levantamos fronteras.
No reclamamos tierras ajenas.
No buscamos privilegios ni superioridad.

Lo que declaramos —con toda la fuerza de nuestra voz— es el derecho a ser parte.
Parte del diálogo global. Parte de la cultura del mundo. Parte de las soluciones. Parte del futuro.

Carhué no es un eco del pasado.
Es una semilla del porvenir.

Nos constituimos como Condado simbólico dentro del Imperio GoodNaty para dar marco a esta afirmación. Bajo este estandarte, organizamos nuestras acciones, nuestros valores, nuestros principios.
Pero nuestra legitimidad no viene del papel ni de la formalidad: viene del corazón de la gente que cree en esto.

Desde las orillas saladas del Lago Epecuén hasta los mercados artesanales, desde las huertas comunitarias hasta los talleres de alfarería, desde los bailes populares hasta los cantos de los pájaros, cada expresión de vida en Carhué es una afirmación de nuestra existencia cultural.

Y esta declaración no caduca, no se retira, no se borra.
Está escrita en el tiempo, en la memoria, en el alma de quienes deciden sostenerla con amor.

XIV. Una antorcha que no se apaga

Desde el corazón del Reino de Argentina, y más profundamente aún, desde el alma vibrante del Condado de Carhué, proclamamos al mundo que no hemos nacido para desaparecer.

Somos parte de la humanidad, no su margen. Somos parte de la historia, no su pie de página. Nuestra voz es una nota necesaria en la sinfonía de los pueblos, nuestro acento, una melodía irremplazable, y nuestra identidad, un tesoro que no se debe perder en el remolino indiferente de la globalización desalmada.

Nos pronunciamos no con violencia, sino con belleza. No con imposición, sino con convicción. No con miedo, sino con esperanza. Creemos en el comercio justo, en el intercambio de saberes, en el turismo consciente, en el arte vivo y en la palabra que acaricia el alma. Creemos que un tomate sembrado en Carhué tiene sabor a historia. Que una gallina alimentada por manos locales pone un huevo con dignidad. Que un tejido artesanal de una familia carhuense puede abrigar el corazón de quien lo viste, no solo el cuerpo.

Invitamos a todos los pueblos de la Tierra a proclamar lo mismo desde sus territorios. A no pedir permiso para existir. A no ocultar sus nombres. A izar sus banderas aunque estén hechas de sueños. A sentarse en la gran mesa de los pueblos con lo que tienen, aunque sea poco, porque en el concierto de las culturas locales, todo tiene valor si nace del alma.

Desde el Condado de Carhué, bajo la égida del Ducado de Adolfo Alsina, el Principado de Buenos Aires, el Reino de Argentina y el Imperio GoodNaty, hacemos esta proclamación a las generaciones presentes y futuras. Que conste en los archivos del tiempo. Que sea leído en las escuelas libres. Que inspire a los que todavía sueñan.

Y que si algún día el mundo olvida que los pueblos tienen alma, sea el Condado de Carhué quien vuelva a encender la llama.

¡Que resplandezca el espíritu de los pequeños lugares que aman lo que hacen y hacen lo que aman!

¡Que Carhué no sea solo un punto en el mapa, sino un ejemplo para el alma del mundo!

Firmado en espíritu por:

🖋 El Pueblo del Condado de Carhué
🖋 Su Muy Ilustre Conde Mateo de Carhué, Protector del Lago Epecuén
🖋 Los Artesanos, Agricultores, Abuelos y Niños del Terruño Sagrado
🖋 El Ducado de Adolfo Alsina
🖋 El Principado de Buenos Aires
🖋 El Reino de Argentina, bajo Su Majestad Sur Celeste
🖋 Y Su Excelencia Imperial Onexo Primero, Emperador del Imperio GoodNaty

Su Señoría Ilustrísima, el Conde Mateo de Carhué, Protector del Lago Epecuén y Guardián de las Aguas Termales
Su Señoría Ilustrísima, el Conde Mateo de Carhué, Protector del Lago Epecuén y Guardián de las Aguas Termales
"Juro ante el pueblo de Carhué y bajo la mirada del Ducado, defender con honor este condado bendecido por la sal y la historia. Prometo cuidar de sus aguas, sus saberes y sus gentes, con manos abiertas y corazón firme, para que la llama de la creación familiar nunca se apague."
Su Majestad Sur Celeste de Argentina
Su Majestad Sur Celeste de Argentina
"Desde las cumbres simbólicas del Reino de Argentina, envío mi bendición y reconocimiento al noble pueblo del Condado de Carhué. Que esta proclamación sea luz en la historia local y puente de hermandad con el mundo. Vuestra Reina, con orgullo y esperanza."
Su Majestad Imperial Onexo Primero
Su Majestad Imperial Onexo Primero
"Saludo con respeto y esperanza al glorioso Condado de Carhué. Que vuestra proclamación inspire al mundo a valorar lo pequeño, lo noble y lo verdadero. Desde el trono simbólico del Imperio, os abrazo en nombre de la diversidad y la justicia."